jueves, 18 de diciembre de 2014

María del Mar Raventós (viticultora, enóloga y empresaria)

[Entrevista publicada en selectaBarcelona, otoño 2001]

AMOR A LA TIERRA

La práctica agrícola que más se asemeja al arte, es la viticultura: Superada la primigenia actividad del cultivo del campo, utilizado como medio eficaz de la subsistencia humana, la viticultura se proyectar a una necesidad  superior, rozando lo espiritual, para el deleite del hombre. El vinicultor trabaja con un elemento nacido de la tierra, la uva, que transformada en el vino, alcanza la categoría de lo sagrado, lo poético y lo mítico.

María del Mar Raventos es hija de la tierra, en el aspecto más ancestral del concepto. Apasionada por la naturaleza, enamorada de la tierra, seguidora de los ciclos estacionales y de la vida, viene de la estirpe de vinicultores más antigua de Europa. “Mi familia tiene 450 vendimias, y tenemos la vocación de seguir vendimiando muchos siglos más”.

Para María del Mar Raventos los años se cuentan por vendimias y cuando nos comentaba, sentados en el salón de mediodía, en la "casa de l'hereu" de la familia Raventós, ubicada dentro del conjunto de las bodegas Cordoniu, rodeados de los viñedos de la propiedad en Sant Sadurni d'Anoia. Con este comentario se refería a que la Familia Raventós-Codorniu se remonta a 1551, es decir, que este año se cumplen sus primeros 450 años de dedicación al cultivo y elaboración de vinos. Sin lugar a dudas, un linaje tan directo y sin interrupción de una familia, sólo está cuantificado en muy pocas familias nobiliarias.

Precisamente, una semana antes de nuestra entrevista, el 25 de mayo, SM el Rey D. Juan Carlos visitó las Cavas Codorniu y fue objeto de una cena privada en la sensacional mole arquitectónica del "Celler Gran" de Codorniu, en compañía de los amigos de la familia Raventos, con motivo de este aniversario, del comienzo de la actividad vinícola de la familia.

Un verano adelantado
Hablamos con María del Mar, actual presidenta del Grupo Codorniu, el pasado 31 de mayo. Este día, y por pura casualidad, los medios de comunicación lanzaron la noticia de que el año 2000 se había producido la mejor cosecha de la historia, desde que la Denominación del Cava lo registra con exquisito rigor. El 2000 ha sido calificado como un año “Muy Excelente”. Hasta la fecha solo han habido dos años “Excelente”, los correspondiente a 1979  y el de 1983.

Jovial, elegante, muy coloquial, María  del Mar nos deleita con una amable charla, en una tarde de verano adelantado en la propiedad Codorniu, en la altiplanicie del Penedés. Al norte tenemos la montaña mítica de Montserrat. La canícula apretaba. “A mucha gente le molesta el calor, -nos dice María del Mar-. No lo soporta. Estamos acostumbrados a vivir con aire acondicionado. Pero a mí el calor  me encanta, y aunque parezca un poco pedante, y mucha gente no lo entenderá, lo disfruto, porque veo que es necesario para la vida, y sobre todo para las vides. Cuando lo noto, pienso, que las cepas y las uvas ya están creciendo y los campos se benefician de él…”

Este sentido de aceptar la naturaleza tal como viene, de respeto y de vivir en armonía con ella, lo tiene presente en toda nuestra entrevista. “Siento un cariño especial  a la naturaleza, a la tierra. Cuando más la amas, mejor la entiendes. Esto hace que la  respetes al máximo, que sigas sus pautas, sus ciclos. La tierra es muy agradecida, incluso cuando parece que no te da un beneficio inmediato. Pero te sorprendes de lo mucho que ofrece, pidiendo muy poco. No sabes la alegría que me produce cuando compruebo que de un terreno árido,  que muchos ven como yermo y estéril, con el tiempo sale una buena cosecha. Te emocionas, y no hay nada que pueda pagarte esta alegría”.

Este espíritu de compenetración con la naturaleza lo llevan muy arraigado toda la familia Raventos. Es una forma de conducta familiar, que se proyecta, también, en un estilo empresarial.

El abuelo de María del Mar, Manuel Raventós, fue quien con esfuerzo y amor a la tierra, supo erradicar una de las plagas que más azotó y marcó negativamente la historia de la vid en Europa: la filoxera. Esta plaga se extendió hasta a finales del siglo XIX. La constancia de este hombre  y sus conocimientos científicos, posibilitó que esta maldición fuera superada en Cataluña y España. Años más tarde, a inicios del siglo XX,  y gracias a su espíritu emprendedor, convirtió un desierto, en la pedanía leridana de Raimat, colindante con los Monegros, en un vergel. Una zona árida, seca y salina, donde las halla, ahora es una finca modélica de gestión agrícola.

-¿La vid y el vino son la muestra más palpable de este diálogo entre el hombre y la tierra?
    Las últimas semanas, antes que llegara esta ola de calor que estamos ahora respirando,  hemos vivido muy intensamente, con  preocupación y pasión, los avatares que han significado las granizadas caídas sobre muchas de nuestras viñas, así como los fríos inesperados que hemos tenido a principios de mayo. Para quien no vive directamente la tierra, no se percata de estos fenómenos, y hablar de ello puede parecer una tontería, pero para nosotros, para nuestra, familia, para los trabajadores, para los agricultores, han sido unas semanas de sufrimiento, de pasión, de coraje, para proteger lo que estaba brotando de la tierra. Hemos velado noches enteras, mimando la tierra, para que no se helaran los sarmientos, las hojas recién salidas, los brotes de las uvas, aún en flor. Hemos sufrido con la naturaleza, estos momentos malos, pero disfrutaremos con ella cuando vengan sus momentos esplendorosos.

- Esta pasión por la tierra va un poco en contra de la tendencia actual de forzar a la naturaleza…
    En Codorniu no tenemos este objetivo de forzar a la naturaleza. Nuestra premisa es favorecer siempre las pautas de los ritmos naturales. Con ello se consigue la calidad, que para nosotros es una virtud por encima de la cantidad. La producción agrícola, si está fuera de sus ciclos naturales, cae en la mediocridad. Y lo mismo ocurre con la elaboración de los vinos. Hay que seguir unas pautas, que tienen su tiempo y no se pueden acelerar.

Arquitectura y vinos de primera calidad
Desde siempre, la idea y el reto de la calidad se ha tenido muy claro en esta casa.  Manuel Raventós, cuando decidió construir sus bodegas la confió a las manos del arquitecto Puig i Cadafalch, e hizo de las bodegas una obra maestra de la arquitectura universal. Manuel Raventos se empeñó, y mucho, en elaborar el mejor “vino champanoise” posible en sus "cellers" y las bodegas las ubicó a pie de viñas, para evitar oxidaciones y podredumbres a la hora de la vendimia y la incubación. Esto iba en contra de la opinión de muchos, que pensaban (en aquella época del progreso del vapor), de que las bodegas tenían que estar cerca de una estación de ferrocarril, para facilitar, 'a posteriori', la distribución del vino y del cava en los mercados.

El amor por la naturaleza ha estado parejo con el buen gusto de la familia. A parte de poseer una de las muestras de pintura modernista y de vanguardia, más variada,  realizada por los mejores artistas del momento, que crearon carteles publicitarios para la casa Codorniu, entre ellos Ramon Casas, Utrillo, todas sus bodegas son unas verdaderas obras de arte. Son auténticas catedrales en cuyas criptas se cobija el líquido sagrado de la cepa y en sus naves se elabora el vino y manipulan las botellas. Si las Cavas Codorniu fueron proyectadas y construidas por el arquitecto Puig i Cadafalch, que realizó una  joya arquitectónica, hoy catalogada como monumento nacional, el resto de las bodegas del Grupo Codorniu, que se ha construido en su más de siglo y medio de existencia han sido erigidas por los mejores arquitectos de cada época.

Esta tradición en apostar por la modernidad y la vanguardia del momento hace que el patrimonio de Cordorniu, a parte de sus vinos, sea también el de su arquitectura. Tras la impronta que dejó Puig i Cadafalch a finales del XIX en el conjunto arquitectónico de Can Codorniu, las otras bodegas del grupo han seguido esta filosofía y así la primera bodega Raimat en Lleida, que data de 1918 fue diseñada por el arquitecto modernistas Rubió i Bellver, discípulo de Gaudí, pionero en la utilización del hormigón armado, y su ampliación,  en el año 1988, corrió a cargo del arquitecto Domingo Triay, que con un revolucionario concepto de respeto ecológico y de integración impecable en el paisaje, ha creado una verdadera obra maestra del siglo XX. Este mismo arquitecto fue quien proyectó, al año siguiente en 1989, las bodegas Codorniu de Artesa, en el valle vinícola de Napa en San Francisco de California (USA), en donde las construcciones realizadas buscan también la armonía en aquel paisaje. Por otra parte, las bodegas Rondel, situadas en Cervelló, construida en 1948 en la carretera de Barcelona a Valencia, es obra de Jaime Artigas y está inspirada en las naves de las Atarazanas de Barcelona. La ampliación llevada a cabo en esta bodega, en 1960, la ejecutó el arquitecto Lluis Bonet Garí. El último gran proyecto arquitectónico de Codorniu son las bodegas que se están construyendo en la prestigiosa zona vinícola de Agrelo, Mendoza (Argentina), cuyo diseño arquitectónico se inspira en la técnica de construcción inca de la “pirca”, donde la estructura de la edificación se concibe con la apilación de la piedra sobre la piedra. Sus muros y sus naves son de batolitos naturales, procedentes de la cordillera de los Andes. El proyecto lo están ejecutando los arquitectos argentinos Mariano Yansón y Eliana Bormida.

Tradición y vanguardismo
“Ser tradicionales no quiere decir ser inmovilistas –nos deja claro María del Mar-. Me hace gracia cuando me vienen al despacho de Barcelona y se sorprenden de lo vanguardista que es, y me dicen, que “¡cómo es que tengo un despacho tan moderno, si vosotros sois tradicionales!”Y yo no me canso de repetir, que una cosa no excluye la otra. El que nos sintamos bien con la tradición no quita que vivamos intensamente los momentos presentes y que apostemos por ellos, teniendo siempre la mirada puesta en el futuro. Si Cordorniu estuvo a finales del XIX con el Modernismo fue por que era la vanguardia del momento, y si hoy trabajamos con los mejores arquitectos, es porque creemos en la modernidad. Hoy nunca haríamos unas bodegas siguiendo la estética de Puig i Cadafalch”.

-Pero la historia, en Codorniu, pesa mucho, ¿supongo?
    Por descontado. Tenemos una larga historia, de la que no renegamos, e incluso la defendemos y nos enorgullece, porque es verdad y somos hijos de ella. Pero miramos hacia delante, nunca hacia atrás. Siempre tienes que estar renovando, ser creador, estar en movimiento, dejar libertad de acción a la gente con la que trabajas, para que exprese lo nuevo, lo que nos sugiera el momento presente y no encasillarnos con los lastres del pasado. Sería absurdo ahora querer hacer unas bodegas como las que encargaba mi abuelo… Copiar lo viejo, aunque en aquella época fuera muy moderno, es un anacronismo. Sería, precisamente, ir contra el espíritu de modernidad y renovación del que hizo gala mi abuelo, cuando contrató a Puig i Cadafalch.

Los otros mediterráneos
Abierto, luminoso, colorista, es el campo del viñedo. Lo vemos desde la ventana que da a la gran plaza del "Celler". La vid es la planta del mediterráneo por excelencia, como el olivo.


-¿Se siente mediterránea?
    El Mediterráneo es luz, color, alegría. Es una geografía de espacios soleados, de gentes y culturas abiertas, pero te voy a contar un secreto, hay otros mediterráneos en el mundo tan cautivadores o más que el nuestro. A parte del que tenemos aquí, y del que formo parte por nacimiento y porque vivo en él, hay otros. Me apasiona y me encanta el mediterráneo californiano. Allí paso largas temporadas, en las bodegas del valle de Napa. California es un mundo único que me atrae y entusiasma. Es un inmenso mediterráneo, que te sorprende por lo generoso y atractivo que es.

-¿Que diferencia hay entre uno y otro?
    El nuestro, es el mediterráneo clásico. Allí, en California, está el mediterráneo moderno. Si el nuestro está demasiado marcado por el lastre histórico, aquel es un mediterráneo sin prejuicios y puede que por ello más abierto y dadivoso. Pero también te diré que es sensacional el mediterráneo sudafricano, el australiano, ¡y no digamos el del cono suramericano!.

-¿Lo dice por los vinos que allí se producen?
    Los vinos son, evidentemente, el fiel reflejo de lo que es una la tierra. Son el sabor de la tierra. Los vinos que salen de allí nada tienen que envidiar a los que se hacen en Europa. Son excelentes y además, mucho más baratos. En estos países no existe el prejuicio que tenemos en Europa de encarecer y sobrevalorar determinados productos, por cuestiones de marketing o modas.

-Allí, ¿el mercado es más sincero?
    Aquí, ahora, se están pagando vinos a precios desorbitados, por puras modas, sin responder realmente a la calidad del producto. En América, por ejemplo, los precios están más ajustados a la realidad y la calidad nada tiene que envidiar a los europeos. En Europa estamos viviendo un momento peligroso con el vino… Si bien es verdad que hay vinos buenos a precios correctos, ahora estamos viviendo una tendencia de encarecer sin razón ciertos vinos que realmente no son buenos. Esto me pone un poco crítica, ya que se está engañando a la gente con campañas de marketing y de moda y poniendo unos precios desorbitados a ciertos vinos, que a la larga estropearan la cultura del vino e impedirá que la gente llegue a disfrutar del vino de una forma natural. Soy de la opinión  de que hay que poner el precio del vino al que realmente tiene por su calidad y no sobrevalorar cualquier vino, por el simple hecho de ser de una zona determinada. Y en esto, los otros “mediterráneos” van a decir mucho en un futuro.

-¿Los vinos de los mediterráneos australes?
    Tanto los del norte, caso California, como los del sur…Sí, sí, allí los vinos son magníficos y opulentos, tanto los que se hacen en Argentina, Australia en Nueva Zelanda y en Sudáfrica. Son excelentes, son magníficos

- Veo que tiene una visión muy cosmopolita del mediterraneismo…
    En el mediterráneo europeo nos miramos demasiado a menudo a nosotros mismos. Los griegos decían que Delfos era el centro del mundo. Muchos aún piensan así. Creo que esto hay que relativizarlo. Somos parte del mundo, pero no el centro.

- ¿Que le parece Barcelona como ciudad?
    Es una ciudad maravillosa, única, con mar y montaña. Muy europea, limpia, moderna. Muy joven y dinámica. Agil, es decir, te mueves fácilmente en ella, gracias a su urbanismo. Es una ciudad discreta, ya que si quieres que la gente no te vea, pasas desapercibida y te respetan. A veces lamento no estar más en ella, porque es magnífica. Cuando paso una larga temporada fuera, por estar en alguna de las bodegas en pleno campo, llegar a Barcelona es como volver a casa, después de unas largas vacaciones.

-¿Pasa mucho tiempo viviendo en los viñedos y en las bodegas?
    Sí. Y sobre todo en Raimat. Por esto, cuando he de abandonar Barcelona, me cuesta mucho.

-¿Tiene otras “barcelonas”, es decir otras ciudades, en mente?
    A mí me encanta San Francisco. Debido los viñedos y las bodegas que tenemos en Napa. Allí paso mucho tiempo en la zona de Sacramento y San Francisco. ¡Y es tan preciosa aquella tierra!. Soy una entusiasta de California…

-Y también de Raimat, y de la zona argentina a la falda de los Andes
   Sí, me entusiasmo fácilmente con toda la tierra en la que trabajo. Ahora, con las bodegas argentinas que estamos construyendo en Mendoza, me esta pasando algo parecido que con California. Estoy adorando las viñas de la zona de Agrelo, un enclave vinícola  al oeste de Argentina, bajo los Andes, donde estamos construyendo la séptima bodega Codorniu. Y con la tierra me pasa como con las personas, cuando más la conoces, más cariño la tomas. Cuando encajas en un sitio, empiezas a estimarlo.

Angel Joaniquet



Tres Visitas reales
La relación de la familia real con la casa Codorniu se remonta ya a tres siglos. A parte de ser proveedores de la Casa Real, desde 1897, cuando la reina María Cristina les nombra vinateros del Palacio Real, con el privilegio de poder utilizar el escudo de armas de los monarcas en su cava Non Plus Ultra, los productos Codorniu siempre han engalanado las comidas reales, tanto privadas como oficiales, (bodas, banquetes, ágapes y cenas con otros jefes de Estado). Codorniu elabora en la actualidad una reserva especial y única para el Palacio de la Zarzuela.
Esta confianza de la familia real se ha materializado en tres visitas personales de los reyes de España a las bogedas Codorniu.
    La primera fue el 17 de abril de 1904, cuando Alfonso XIII visitó las cavas y fue recibido por Manuel Raventós. Aquel rey realizó una cata de los dos cavas Codorniu, el Extra y el Non Plus Ultra.
    La segunda visita real fue con ocasión al centenario de la erradicación de la filoxera en 1987, donde el rey Juan Carlos junto con Doña Sofía visitaron las cavas Codorniu, siendo recibido por el entonces presidente Magín Raventós.
    La tercera ha sido el pasado mes de mayo, con motivo de la celebración del 450 aniversario de Codorniu, como empresa familiar elaboradora de vinos. Asistió SM El Rey, la reina, la infanta Cristina, amigos de la familia Raventós y las tripulaciones de los veleros Cordorniu y Azur de Puig que fueron recibidos en cena privada por María del Mar Raventós, presidenta del Grupo Codorniu y Jordi Raventós, director general del grupo. En esta visita el rey firmó la botella conmemorativa del 450 aniversario, una pieza única creada en 1984 por el fabricante de vidrio italiano Ormelvetro, que es la botella más grande del mundo.



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