sábado, 22 de diciembre de 2012

Antoni Tapies (pintor)

Antoni Tapies en su casa de Barcelona, en junio de 1981, a cuatro mese de su exposición en New York (foto: Sergio Lainz)

[Entrevista publicada en la revista 'Cara a Cara',  de julio 1981]

IDENTIFICADO CON LA CULTURA SUNG

A Antoni Tapies se le encuentra en todos los tratados de pintura contemporánea. Es pretensioso resumir su aportación al arte de hoy con unas cuantas palabras. Los principales museos del mundo hospedan su obra y el reconocimiento de su labor no se basa en el vagabundeo del artista en mejorar su imagen o a sus relaciones públicas.  Puede que sea por que se identifica co la cultura china de la época Sung. No quiere desarraigarse de sus origenes, por ello vive entre Paris y Barcelona, aunque, Nueva York, es, eventualmente, el otro vértice del triángulo de su actividad.

-¿Por qué eventualmente Nueva York?
            Si bien es verdad que paso gran parte de mi vida entre París y Barcelona, últimamente paro mucho por Nueva York. Ahora voy bastante, pero siempre de forma ocasional. Por algún tipo de compromiso. A modo de anécdota te diré que no me gusta ir a Nueva York por que me da un miedo terrible cruzar el Atlántico en avión. Por eso intento ahorrar al máximo los viajes hacia allí… Me han propuesto hacer una exposición en el Museo de Arte Moderno de México y he rogado que la hagan coincidir con mi estancia en Estado Unidos, el próximo octubre, para aprovechar mi presencia en América y no tener que cruzar de nuevo el océano.

-Si tú presencia física, que no artística, es esporádica en Nueva York, no ocurre lo mismo en la ciudad del Sena. ¿Cómo fue tu descubrimiento de París?
Ir por primera vez a París, en el año 50 y por medio de una beca que me concedió el gobierno francés, fue para mí descubrir la libertad. En unos momentos en que aquí tenías todo tipo de censuras, llegar a París y ver que podría comprar en una librería la obra que me daba la gana, con plena libertad, y tener la seguridad de que el autor había escrito lo que realmente había querido, sin  ningún tipo de presión externa, ni censura, fue una experiencia realmente importante para mi en aquel tiempo.

(La habitación de la casa estudio de Tapies en el barrio barcelonés de Sant Gervasi es agradable. Un exuberante jardín interior crea una atmósfera sombría, acogedora en un caluroso día de junio).

-¿Y tú conocimiento de Nueva York cómo fue? En realidad has sido uno de los europeos adelantados en descubrir la magia de Manhattan…
Mi encuentro con Nueva York va ligado estrechamente al momento del triunfo de la pintura americana al principios de los 50, una corriente que era muy poco conocida en Europa.

-Por aquellas fechas montaste una exposición en Chicago.
Sí, en el 53. Lo importante de aquella muestra fue que me sirvió para conocer en vivo un tipo de pintura que se hacía en América y de la que Europa no estaba aún informada. En este sentido, me sirvió para adelantarme en el conocimiento de la pintura americana.

-¿Era el action-painting?
Sí, con pintores como Pollock, Kooning o Motherwell.

-Y aquel contacto debió serte muy útil
Evidentemente. Me fue muy útil, y no solo por conocer las pinturas, sino también por tratar a las personas que las hacían. Con Robert Motherwell, por ejemplo, he mantenido una gran amistad desde entonces.

(Un Picasso, un Miró, una tablilla funeraria del Egipto de los faraones, una madera policromada del mejor románico catalán, forman parte de la decoración de la estancia donde conversamos, en perfecta armonía con la vegetación que brota tras la vidriera)

-¿El cambio del centro de creatividad mundial, sobre todo después de la segunda Guerra Mundial, de París a Nueva York, ha significado algo en el arte? ¿Existe realmente una fiebre creativa en New York o el cambio se debe simplemente a que el dólar ha preferido dominar el mercado artístico desde casa, desbancando por la fuerza a París?
Mira. Esta es una historia que depende de quién te la explique. El que vive en Nueva York piensa que es el centro de todas las actividades artísticas, los que están en París, te dirán lo contrario. La verdad es que las grandes exposiciones generales siguen produciéndose en París. A lo mejor porque allí hay mayor tradición de mostrar cosas que se producen en otros países.

-A pesar del tópico chauvinismo.
Es curioso, pero a pesar del chauvinismo. En cuestión de arte los franceses han sido muy abiertos y han sabido crear una Escuela de París, cuyos integrantes son casi todos no franceses.

-Antoni, ¿crees que existe un temperamento artístico mediterráneo, latino, y un temperamento sajón?
Hoy el mundo está perdiendo fronteras y estas limitaciones no se ven tanto. A pesar de ello, hay gente que continúa creyendo que el Mediterráneo es el ombligo del mundo cultural. Yo no lo creo. Creo que durante los últimos siglos la cultura anglosajona ha sido la que ha marcado los grandes hitos de la Humanidad, pero, claro, también ha tenido grandes errores.

-¿Cómo cúales?
El desarrollo de la cultura sajona ha estado muy ligado a la explosión de la técnica y del industrialismo y hemos de reconocer que no ha sido muy feliz el resultado de este maridaje. Al lanzamiento de la técnica y de la industria no lo ha seguido, paralelamente, un avance del desarrollo espiritual de la persona. Ha existido un gran desfase.

-Tú, precisamente, has estado encasillado en un tipo de arte que es muy propio de la sociedad industrial, la sociedad urbana; lo que los entendidos han llamado arte pobre, arte sucio: el informalismo.
Los críticos encasillan. Yo nunca he pensado que hacía arte informal, igual que Bracque o Picasso nunca supieron que ellos experimentaban a principios de siglo con la pintura cubista. Esto lo han dicho los críticos. A mí no me gustan las etiquetas e intento defenderme de ellas.

-Por lo que dices, no crees en la intelectualización del arte. ¿Para producir tienes que estar inspirado?
Yo soy un gran intuitivo. Creo que el mecanismo de creación del artista siempre ha tenido que ser la inspiración. Aunque no sé si esto tiene que ver con las antiguas musas. Son impulsos inconscientes, en el sentido de bucear en los más hondo, y no sólo en el de tu propio yo, sino en el inconsciente colectivo. Creo que éste es uno de los motores del artista.

-¿Un graffitti, una pintada callejera, puede responder a éste estado de ánimo, a este sentir inconsciente de la colectividad?
Yo ya he dicho alguna vez que a mí leer una pintada, ver un signo en un muro de la ciudad, una protesta, siempre me ha causado una rara emoción, a veces mucho más que observar un cuadro en un museo; y esto es debido a que todo signo plástico es para mí de mayor importancia cuando su contenido vivo responde a una motivación apremiante de protesta o de lucha por algo urgente.

-¿Crees que el arte ha de responder a una funciónalidad concreta en el momento social en que vive el artista, más que a su capricho creativo?
Ambas facetas se combinan. Se ha dicho que las circunstancias socioeconómicas, el ambiente que rodea al artista y tal, le influyen. Es decir que el artista sería una especie de notario social. Pero a veces pienso que es al revés, que la inspiración del artista por sí misma puede forjar la realidad social y económica. La cultura es como una bomba de relojería que puede explotar en cualquier momento. Sus efectos a veces no son sólo contemporáneos; puede ser que incluso estén pensados para el futuro.

-Para simplificar hemos dicho que tú has estado encasillado en un tipo de arte definido por la civilización industrial, por la civilización urbana, ¿Crees que puede existir hoy un arte rural?
Más que rural, yo diría que de vuelta a los ritmos de la naturaleza. Es lo que promueven los movimientos genéricamente englobados en el concepto de ecologistas. La vuelta a la naturaleza es necesaria por eso que explicábamos antes, por el desfase entre el gran desarrollo de la técnica y el infradesarrollo del hombre sumergido en la civilización de la técnica. Nuestras raíces están en la naturaleza. Es lógico que hoy haya una tendencia de volver a ella, y supongo que esta tendencia creará un tipo de cultura, en definitiva, un tipo de arte.

-En tu tiempo libre, ¿qué haces?
Pues no sé. No sé qué contestarte. Creo que no tengo nunca momentos de ocio. Este es el problema que me plantea tu pregunta. No sé si mi vida es un ocio continuado o un trabajo ininterrumpido.

-Supongo que pintar, para ti, no es ocio.
Depende. Hay veces que pintando constato que me divierto, sobre todo buscando nuevos materiales, haciendo pruebas. Cuando dejo de pintar dedico el tiempo a prepararme, porque opino que lo importante para mí no es ser un buen pintor, sino un hombre decentemente formado, un hombre con una mínima formación espiritual.

-¿Y de tu formación física qué? ¿Practicas algún deporte?
He estado muy desconectado del deporte, de muy joven estuve gravemente enfermo de los pulmones y aquello me imposibilitó practicar el deporte de una manera seria. Lo que si hago es andar por el bosque.

-¿Coleccionas algo?
No tengo una manía coleccionista, pero sí me gusta estar rodeado de cosas. Ya desde joven me habían influido, me habían estimulado espiritualmente a coleccionar. Siempre me ha gustado tener cuadros y objetos. Y sobre todo libros. Soy un coleccionista de libros. Soy de los que siguen pensando que son nuestros mejores amigos.

-¿Qué libros tienes?
De todo. Quizá tenga una cierta debilidad por el libro ilustrado, o por el libro como un objeto estético en su conjunto.

-Sé que te interesa la gastronomía. ¿Existe algún tipo de cocina, de plato por el que tengas una especial predilección?
No. No soy un gran sibarita en lo gastronómico. Aunque tengo gran apetito, no soy un gourmet, debido, posiblemente, a mi salud. Me gusta que la cocina sea lo más natural posible. Me gustan las comidas crudas. Creo que es lo que defiende la llamada “nueva cocina francesa”, que tiene muy poco de nueva. Por esto me gusta la cocina japonesa y la vietnamita, que aparte de entusiasmarme como todo lo que proviene de Extremo Oriente, tiene esa característica de ser muy naturales, con muchos elementos crudos. Mucha gente interpreta esto como propio de una cocina pobre y yo creo que es la más rica, sana y adecuada. Un tipo de cocina donde abunda la brasa, y las hortalizas, sin grandes complicaciones culinarias como lo es la que se basa en cremas de leche y muchas grasas, tipo francés.

-Similar a algunos platos que se encuentran aquí en Cataluña.
Muchos japoneses a lo que he acompañado en restaurantes de Barcelona me han señalado que nuestra cocina es muy natural y que en cierto modo se parece a la suya. Por otro lado, creo que esta tendencia a lo natural en el comer se da ahora en todo el mundo. En París, en Londres, en Tokio, hay ganas de ofrecer naturalidad, presentada además con un gran gusto estético.

-Ya que has utilizado la palabra, ¿Qué es para ti la estética?
Es una cosa muy simple y a veces muy complicado de definir. Para mí la estética sigue estando en las grandes tradiciones ligadas siempre a los medios o instrumentos para alcanzar el conocimiento, y sin olvidar que este conocimiento sólo se puede conseguir mediante un comportamiento ético. En pocas palabras, creo que la estética y la ética son una búsqueda para el mejoramiento del hombre, una búsqueda del conocimiento y del comportamiento correcto de la humanidad, en la que por tanto, la política no está ausente.

-¿Crees que es importante la firma en un cuadro?
Yo creo que sí, ¿eh? Parece una  cosa un poco tonta y hay gente que piensa que la firma solo sirve como exponente del valor monetario de la obra, pero yo lo veo de otra manera, en el sentido de poder identificar fácilmente si un cuadro es de Picasso, Miró, o de quien sea…

-¿Solo con el contenido de la obra no se puede identificar la personalidad de un artista?
A veces no, hay artistas que varían mucho de estilo, es el caso de Picasso. Es importante saber que un cuadro es de un artista determinado. Cuando la gente sabe que el cuadro que mira es de un autor determinado, no solamente ve lo que está mirando sino que tiene también todo el eco de las demás obras que el artista ha creado con anterioridad. Esto ayuda a comprender más el mensaje del pintor.

-Dentro de la historia de la humanidad, ¿qué periodo te gusta en particular, en el caso de que exista algún periodo que te agrade?
El periodo que más me atrae en pintura es el que desarrolla la cultura humanista china, en la época Sung, del siglo X al XIII de la era occidental. Es uno de los grandes momentos de la cultura clásica china, una época que podría representarse por medio de aquellos dibujos en tinta china de una sobriedad y una sencillez de trazado verdaderamente deslumbrante.

-¿Te sientes más identificado con las culturas orientales que con la cultura occidental?
Sí, mucho más. Tengo la sensación de que un tipo de sabiduría como la del budismo zen hoy día es mucho más comprensible, mucho más próximo a una mentalidad contemporánea que todas las carcasas de la educación tradicional que hemos recibido en Europa.

-Háblanos de tu próxima exposición, la que vas a presentar en Nueva York en octubre.
Sobre esto tengo que decirte que no soy de ese tipo de pintores que preparan una exposición. Mis exposiciones nunca han tenido una coherencia temática, ni sus obras están encuadradas bajo un calificativo común. Yo trabajo cuadro por cuadro y cada cuadro es en sí mismo una individualidad, autónoma e independiente. Un cuadro ha de tener por sí solo suficiente fuerza y personalidad. Por lo tanto no trabajo con una temática única. Lo que he hecho desde que acabé mi exposición en Barcelona, es ir pintando, y esos cuadros son los que se están enviando a Nueva York para la exposición.

-Una faceta importante de tu actividad ha sido la elaboración de carteles. ¿Tienes un planteamiento diferente cuando trabajas sobre un cartel?
Sí. A veces, en cuanto a carteles se refiere, trabajo por encargo. Se me propone un tema en el que me tengo que manifestar y elaborar un cartel si estoy de acuerdo en dicho tema. Entonces busco ponerme en un estado de ánimo, compenetrarme con aquel problema sobre el que se me ha encargado que trabaje y realizo la obra una vez he asumido realmente la propuesta. Por ello dejo ir mi inconsciente y sale el producto materializado. Como hago con mis cuadros.

-Últimamente has realizado uno de los carteles conmemorativos del Mundial de Fútbol del 1982, el de la sede barcelonesa, ¿qué piensas de tu cartel y de los restantes?
No conozco los otros. En mi caso me sorprendió mucho que me lo encargaran, porque…, confieso que nunca he ido al fútbol. Incluso durante algún tiempo le he tenido bastante manía, porque me parecía que con el fútbol se distraía a la gente de otros problemas más esenciales.

-¿Eso no choca con el método de trabajo que acabas de explicar?
Sí, realmente choca un poco… Y por ello el cartel que he hecho es seguramente algo negativo. He hecho una pelota tachada con una cruz, como si tuviera manía a la pelota, pero parece que ha gustado y ha tenido cierto éxito. A pesar de todo, me costó mucho hacerlo, me tuvieron que presionar mucho para que lo hiciera, me tuvieron que explicar la importancia del cartel, se me insistió mucho, porque en un principio no lo tenía muy claro.
(Conversación traducida del catalán)

Angel Joaniquet