lunes, 30 de junio de 2014

Angel Rojas (navegante solitario)


'SUPERAR BORRASCAS Y LA SOLEDAD' 
[Entrevista publicada en la revista Mediterránea de julio de 1995]

Nos comentaba Angel Rojas que en una navegación en solitario, tan dura es la calma, como el temporal. ‘Aunque en el fondo, preferimos los temporales ya que la calma es el peor castigo que puede tener un navegante de vela. Es lo más desesperante a bordo de un velero'.

Angel Rojas, comodoro del Club Vela Mataró, nos habla de su vinculación con el mar, tras finalizar y ganar las 1000 millas Barcelona-Ustica-Barcelona. Una regata disputada el pasado 24 de junio, en la que salieron 12 barcos y solo la completaron tres, el Ciudad de Mataró, de Angel Rojas, navegando en solitario, el StayVela, con los hermanos  Willy y Bruno García y el Gloria, con Lluis Mas y Nadal, ambos navegando en pareja.

Rojas tiene 35 años y desde joven se ha sentido atraído por el mar. En el año 1992 ganó una Mare Nostrum y el mismo año participó en la trasatlántica cuyo destino era la isla de San Bartolomé. Pero el motivo de esta entrevista es que nos hable de la pasada regata Mil Millas, una durísima prueba que coincidió su salida con una violenta borrasca, y una entrada fuerte de Tramontana en el mar Balear –primer tramo de la prueba- que obligó a gran parte de la flota tener que abandonar la prueba.

-¿Te enteraste del abandono masivo de los participantes en las primeras horas de iniciar la regata?
    No, no tuve conocimiento hasta tres días antes de llegar a la meta en Barcelona, ya finalizando la prueba.

-¡Fue fuerte el temporal que tuvisteis que superar, pocas horas de comenzar la prueba!
    Sí. Nos vino un fuerte viento de norte. Esto, al comenzar una regata, es duro, ya que no estás aún amarinado. Pero no le di mayor importancia. Lo tuve que aguantar y lo aguante. No pensé más allá: salir del temporal y resistir. El viento me venía de través y me iba muy bien. El barco aguantaba perfectamente, por lo que no le di mayor trascendencia a la meteorología que tenía. Un temporal más…

-El único tripulante a bordo también aguantó
   Iba mentalizado de que no era una regata sencilla, por lo que estaba mentalizado de que iba a resistir todo lo posible. En la navegación en solitario existe un trabajo previo de mentalización. Antes de salir has de estar convencido donde te metes y preparado para  afrontar las situaciones más difíciles que puedes encontrarte en una navegación y sobre todo saber resolverlas. Creo que si vas con este convencimiento, superas todos los inconvenientes, que son muchos. Siempre que el barco aguante.

-¿Esto es lo más importante?
    Sí, creo que sí. El barco es quien te mantienen en el agua, navegando. Si falla él, todo se derrumba.

-Es el rozar el límite, pero sin romper
   Llegar al límite, aunque estés compitiendo en un regata, es un asunto delicado. Alcanzarlo, o rozarlo, es una cuestión personal. Pero esto vale tanto a nivel de forzar el barco al límite, como el forzarte a ti mismo. Por esto has de tener el barco perfectamente, por si tienes que llegar al límite, al igual que a nivel personal, por ello has de estar preparado física y psicológicamente, para poder ponerte al límite en un momento de necesidad. Pero ya se sabe, si lo sobrepasas y no estas  a la altura, a veces te rompes. O rompes el barco. Por ello hay que estar preparado para que esto no ocurra.

-¿Por qué te gusta navegar en solitario?
   La navegación la puedes enfocar como un deporte colectivo, cuando navegas con tripulación, o como un deporte individual, como puede ser el atletismo o el tenis. En este caso es la fórmula del solitario. Es la que me gusta a mí, porque es un reto contigo mismo.

-¿Cuándo lo pasa mal un navegante solitario?
    Sin lugar a dudas, cuando hay calma. Es desesperante, porque no haces nada y realmente no sabes que hacer. Esta situación la tenía muy estudiada, por si me pasaba en la regata. Por suerte no tuvimos encalmadas en los 9 días de navegación.

-¿Cuál fue el momento más difícil de la Mil Millas?
     No encontré ninguno en especial. Iba al ritmo del barco.

-¿Y el mejor?
   Sin duda doblar la isla de Ustica. La mitad de reto estaba hecho. Después, disfruté de una navegación muy tranquila y relajada. Durante la vuelta tuve un viento de popa, que me impulsaba directamente a Barcelona. También me emocionó saber, tres días antes de llegar a Barcelona, de que era el único solitario que llegaba a meta. De esto me enteré en aquel momento, y en el fondo fue una noticia que me supo a agridulce, ya que sentí mucho el abandono de mis compañeros.

-¿No viste a nadie en toda la travesía?
    Cuando doble Ustica, vi al Stay que estaba a pocas millas de mí. Y todo el viaje de vuelta fue una navegación en conserva entre ambos. Estuvimos juntos,  cierta distancia todo este trayecto. Llegamos el mismo día a Barcelona y siempre nuestras velas estuvieron a la vista.

Angel Joaniquet