martes, 8 de enero de 2013

Carlos Benpar (director de cine)

Carlos Benpar, hijo cinematográfico de Orson Wells y Nicholas Ray

[Entrevista publicada en la revista ‘Cara a Cara’,  de mayo 1981]

EL CINE COMO PATRIA

“Lo que más me fascina del cine es que me permite recuperar mi infancia. Lo único por lo que siento algo. Mi patria, es mi infancia, como dice certero Rimbau. Para mi es tremendo que una vecina mía, ella una joven fantástica, por quien yo sentía una atracción hitchcockiana cuando era niño, intervenga en una película dirigida por mí. Es como conseguir lo que no pude entonces: que ella siga mis instrucciones. Una de las secuencias que más recuerdo de mis visiones infantiles pertenece a ‘Coraza Negra’, película protagonizada por Tony Curtis y Graig Hill. Ahora, en el rodaje de ‘Scapegoat’ he tenido el honor de dirigir a Graig Hill. ¿No es fantástico?”.
¿No es lo dicho en este párrafo toda una autodefinición de Carlos Benpar y su cine?

Conocí a Carlos en el expresso Sevilla-Barcelona, en diciembre de 1976. Ambos volvíamos de un festival cinematográfico que se acababa de celebrar en la ciudad de Huelva. Por aquel entonces, Carlos con dos ‘largos’ y dos ‘cortos’ bajo el brazo, no se perdía ninguna muestra de cine.

- ¿Carlos, por qué ese sobrenombre de Benpar saltándose las reglas de ortografía?
            Esto me lo sugerió Nicholas Ray. Le comenté que en la primera película que hice ‘Soplo de Esplendor’, el protagonista se llama Raoran –Ra de Raoul Walsh y Nicholas Ray, Or de Orson Welles y An de Angie Dickinson-. Esto le conmovió, y me dijo que él también hacia este tipo de juego en cambios de nombre. El suyo propio, me dijo, es raíz de uno de estos juegos. Y me aconsejó que yo tendría que hacer lo mismo con mis dos apellidos. No sé si me lo dijo en serio o en broma. Lo cierto es que le hice caso y de aquí salió Benpar. Ben de Benito y Par de Para. Te he de decir, reglas ortográficas aparte, que este nombre, Benpar, está reconocido jurídicamente.

- Sientes una admiración enfermiza hacia la persona de Nicholas Ray. Creo que te hubiera gustado tenerlo como maestro. ¿Qué tipo de relación has tenido con él?
No mucha. Simplemente estuvimos unos cuantos días, alrededor de seis, en un ciclo retrospectivo que se organizó en el Festival de San Sebastián de 1975. Mi única relación fue por las conversaciones que tuve con él cuando salíamos de ver sus películas. Por aquella fecha yo estaba escribiendo el guion de ‘El procedimiento’ y en alguna ocasión  le hablé del este proyecto. Recuerdo que le conté que en la película habría un largo flashback –a él nunca le han gustado- y entonces, casi como una orden, me dijo que si quería poner un flashback lo hiciera, pero que se acabara antes de la primera bobina. Es decir antes de los primeros veinte minutos. Y he de decir que cumplí este consejo a rajatabla. Lo malo es que no me diera más consejos.

- ¿Cómo descubriste que el cine te interesaba?
            Yo empecé a ir al cine, creo que como la mayoría de la gente de mi edad, por costumbre. Lo normal era pasar tus ratos libres yendo al cine del barrio. Quizá en aquel tiempo no había otro sitio donde ir a pasar la tarde, pero lo cierto es que, aunque hubiera habido otros, no lo hubiera cambiado. Iba a ver una película u otra según las fotografías que se exhibían en los vestíbulos, o por el cariño a un actor determinado. En aquella época el actor que me podía hacer entrar a ver una película era Rock Hudson. Gracias a las películas en las que salía Rock Hudson vi todas las películas que dirigía Raoul Walsh, que dirigió en muchas ocasiones a Hudson, al igual de Douglas Sirk.

- ¿Solo veías películas de acción?
            No, qué va. Veía películas de aventuras, westerns, de espadas, pero también empecé a aficionarme a otros géneros, desechados por los jóvenes y en cambio  muy apetecidos por las amas de casa, que antes iban mucho al cine, como eran los melodramas. Me entusiasmé por ellos. No me perdía ninguno, eso, si salía alguno de mis actores preferidos. Lo bueno del caso, es que posteriormente, cuando el interés por el cine empezó a marcar mi personalidad, me enteré de que muchos de aquellos melodramas, que tanto me gustaban, eran de Douglas Sirk.

- Algo parecido debió pasarte con las películas de aventuras
            Sí. Pero las películas de aventuras que más me gustaban, como ‘Tambores Lejanos’, ‘El Mundo en sus Manos’, ‘El Hidalgo de los Mares’, ‘Fiebre de venganza’, ‘Los Capitanes del Estrecho’, estaban dirigidas por Raoul Walsh. Esto lo descubrí quince años después. Por lo que Walsh fue el primer director que admiré, sin yo saberlo y de formas inconsciente, y seguía su filmografía sin saber quién era.

- ¿Cuando tomas conciencia de que el cine es algo más que un entretenimiento?
            Creo que fue, exactamente, el 26 de febrero del 1964. Recuerdo que aquel día fui a ver ‘El Proceso’ de Orson Wells. Este fue para mí un día clave en mi relación con el cine, sobre todo porque pocos meses antes había visto ‘Misión en la Jungla’, en la que me había impresionado sobre todo Angie Dickinson. El descubrimiento de Angie y de ‘El Proceso’ de Welles, que fue la película en que por primera vez me fijé en el nombre que quien la dirigía, fue trascendental. A raíz de mirar el nombre de Welles, indagué todo lo que pude de quienes habían dirigido las películas que tanto me habían gustado de pequeño y fueron saliendo los nombres de Walsh, Sirk, King Vidor, y demás. Seguro, que fue el descubrimiento de Orson Welles lo que hizo que a partir de entonces fuera descubriendo nuevos directores. Y me fijara quien dirigía cada película que miraba. Al descubrir la figura del director –ya más que el actor- mi afición al cine pasó a convertirse en una vocación. Quise ser director de cine.

- ¿Confiabas en que podías dedicarte profesionalmente al cine?
            Bueno, no es que tuviera confianza, lo que pasa es que si te quieres meter en el cine, el único modo posible es profesionalizarse.

- ¿Supongo que habrás tenido bastantes dificultades?
            Claro, pero contarlas ahora parecerían cómicas, aunque en su momento fueron realmente dramáticas.

- Volvamos al año 1975. Tenías en tu haber, entonces, aparte de dos cortos, un largometraje empezado en el 68 y acabado cinco años después. Con ello ya podías acreditarte como director de cine ante la burocracia administrativa. Entonces es cuando conocer a Nicholas Ray…
            Sí, te decía que por aquel entonces proyectaba realizar ‘El Procedimiento’, pero no hubo manera. La mayoría de los distribuidores, que podían estar interesados en el asunto, no lo veían muy claro. Les daba cierto miedo que el tema fuese la fuga de divisas a Suiza. Al fin se dio la circunstancia de que un distribuidor, al que no le interesaba para nada el tema de este proyecto, sí mostró mucho interés, en cambio, por hacer un film que fuese ‘medio cómico, medio terrorífico’ y de aquí salió ‘El Jovencito Drácula’. Muchos me han criticado que hiciese una tontería semejante, pero la experiencia fue muy divertida, sobre todo por poder morder a Verónica Miriel y a Susana Estrada.

- Sí, porque si no recuerdo mal, tú eras el jovencito Drácula, al mismo tiempo que dirigías la película.
            Mi interés en participar en la película fue el hacer de Drácula. Con lo que yo no contaba era en dirigirla. A última hora tuve que hacerlo por que fallaron el director y alguna cosa más.

- ¡Está muy mal el panorama de la producción en nuestro país!
            Lo veo más negro que las películas de Jacques Tourneur.

- Sigamos con el mismo color. ¿Qué opinión te merece el cine negro?
            Bueno, ya sospecharás que yo soy un entusiasta de este género. La verdad es que siempre me ha sido muy cercano porque yo veía películas negras cuando tenía 13 y 14 años y al mismo tiempo, en mi barrio, vivía situaciones que luego vería reflejadas en el cine de Passolini. Pero las situaciones vividas en mi infancia eran más semejantes a las representada en películas como ‘Retorno al Pasado’ de Jacques Tourneur o a las de Raoul Walsh en ‘Al Rojo Vivo,’ que a las otras películas de la serie negra, ahora más populares, como ‘El Halcón Maltés’ o ‘Cayo Largo’.

- ¿Crees que hay ahora una moda por el cine negro en nuestro país?
            Este tipo de cine siempre se ha hecho en España. De forma solapada, y ahí tienes como ejemplo ‘A tiro limpio’, de Francisco Perez Dolç, o ‘Apartado de Correos 1001’ de Julio Salvador. Esto es puro cine negro. Lo que pasa es que antes el régimen político ocultaba esta realidad negra del país e impedía que tuviera alguna forma de difusión. La trama de ‘Aparado de Correos 1001’ trata de una estafa de pisos; estoy seguro que en los años 50, cuando se rodó esta película, hechos muy parecidos se estaban dando en España. El problema que tiene el cine negro, hasta hace bien poco, es que habían ciertos temas intocables. Por eso no tenemos una gran producción de películas negras, pero no por falta de motivos para hacerlas. Simplemente no dejaban. Y ahora que dejan, ciertos críticos dicen que recogemos un género extranjerizante.

- ¿Es el cine negro, entonces, un procedimiento narrativo apto para la crítica social?
            El negro es uno de los géneros más puros del cine y por consiguiente un reflejo de la realidad en su forma más pura.

- ¿La realidad es muy negra?
            Sí, sí. Total, total. Pero es que siempre ha sido negra. Lo que ha movido el mundo siempre han sido las acciones negras. La violencia, la agresividad, el odio, la envidia, han sido las pautas que han guiado a la humanidad, ¿no?

- El fútbol es tu otra gran afición.
Quizá es lo único que me entretiene, porque las otras cosas o, no me gustan nada o en seguida me apasionan demasiado. El fútbol es lo único que me distrae.

- Supongo que el cine también…
            Alto, es que el cine no me entretiene, el cine…

- …es tu modus vivendi…
No, ¡por favor!, palabras malsonantes, no. Mo-dus-vi-ven-di, ¡por favor!. Hay palabras que no me entran. No las soporto. Y esta es una de ellas. Es eso que te decía. En el cine hay películas que no me gustan nada y otras que me entusiasman demasiado, lo cual hace que vea una película hasta cuarenta veces seguida. Y esto es peligroso.

- ¿Por qué te atrae el fútbol?
            En él observo sobre todo cuestiones estratégicas y de ellas se aprenden muchas cosas. Por ejemplo, la función de un director de cine es similar a la del míster, sobre todo cuando tiene que catalogar a sus jugadores y encomendarles la función conforme a sus cualidades. Un entrenador ha de decir para que sirve un jugador y para que no sirve. Un director de cine, en el momento del rodaje, ha de tener una faceta muy parecida a la de un entrenador cuando dirige un partido. E incluso tiene sus mismas limitaciones, que el público desconoce, de modo que en ocasiones le exigen o valoran aspectos que no son de su entera incumbencia.

- Un problema para la gente que hace cine es encontrar una canalización adecuada para sus productos.
El material que hay en el cine español es suficiente para que cualquier vendedor se haga de oro. Eso sí, hace falta un buen vendedor y el problema es que no los hay, y los que hay solo saben vender películas que igual podría vender mi vecino, ¡que las sabe vender cualquiera!, son películas que ya vienen vendidas de antemano. Los vendedores que tenemos en el cine español son tipos que lo único que saben hacer es hablar mal de las películas españolas que ven.

- Pero, ¿existe realmente calidad en nuestro cine?
Esto es un hecho innegable… Ahora hasta las películas de Alfredo Landa son buenas.

- Las películas que se realizan en España, ¿se pueden vender al extranjero?
            Evidentemente. Pero para venderlas no importa que las películas sean buenas o malas. Un ejemplo: estamos viendo cómo nos venden películas extranjeras que son una verdadera porquería.

- En esta dificultad de sacar nuestro cine fuera y en la avalancha de filmes extranjeros insoportables que tragamos ¿algo tiene que ver las multinacionales de la distribución?
Si, puede que sí, pero yo todo esto lo veo… totalmente negro. Con los monopolios internacionales quizás esté pasándole al cine español lo mismo que a Kaplan, el personaje de ‘Con la Muerte en los Talones’ de Hichtcock… Puede que sea un asunto muy turbio.

- Apoyándose en capital internacional nuestro cine podría abrirse a otros mercados ¿no?
Mira, yo no entiendo eso de capital extranjero o capital nacional, no entiendo nada. Estoy igual que Cary Grant en la película de Hitchcock.

- ¿‘Scapegoat’, tu nueva película, es también un thriller?
Sí, lo que pasa es que si ‘El Procedimiento’ era un thriller de ciudad, urbano, ‘Scapegoat’ es de exteriores, de campo a través, porque  se trata de una persecución hacia la frontera. Empieza en la ciudad y termina en la montaña. Es la historia de la transferencia de culpabilidad de un crimen. Tanto el culpable como el acusado, huyen, cada uno por su cuenta, hacia la frontera, hasta que fatídicamente y de manera casual, se encuentran en su huida.

- ¿Cómo se produjo tu encuentro con la hija de John Derek?
            Bueno. Sean, además de ser hija de John e hijastra de Ursula Andress y Bo Derek, es también hijastra de Linda Evans, que estuvo casada con Derek entre Ursula y Bo y que es por quien Sean siente un mayor afecto. La cosa es que hace cuatro años un amigo, Enric Amat, me dijo si quería conocer a la hija de John Derek. Pensé: “estupendo, le preguntaré cosas del rodaje ‘Llamad a Cualquier Puerta’, en que su padre fue dirigido por Nicholas Ray”. Pero no me supo decir nada. En 1948 ella ni siquiera había nacido. Así que a partir de este momento mi interés por Sean no tuvo nada que ver con su apellido. Hablamos para hacer una película juntos. Un par de días después volvió a los Estados Unidos y yo empecé a escribir una historia que tenía a ella como eje central, tal como habíamos hablado. Ahora la acabamos de filmar. Creo que ha sido un rodaje bastante bien compenetrado, porque aunque hemos salido casi a pelea por día, siempre ha sido por un excesivo celo por parte de ella en hacerlo bien. Es la primera vez que me encuentro en un rodaje con alguien que da la impresión que le importa más el resultado último del film que a mí mismo.

Angel Joaniquet

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