[Entrevista publicada en selectaBarcelona, otoño 2001]
AMOR A LA TIERRA
La práctica agrícola que más se
asemeja al arte, es la viticultura: Superada la primigenia actividad del cultivo
del campo, utilizado como medio eficaz de la subsistencia humana, la viticultura se proyectar a una necesidad superior,
rozando lo espiritual, para el deleite del hombre. El vinicultor trabaja con un
elemento nacido de la tierra, la uva, que transformada en el vino, alcanza la
categoría de lo sagrado, lo poético y lo mítico.
María del Mar Raventos es hija de
la tierra, en el aspecto más ancestral del concepto. Apasionada por la
naturaleza, enamorada de la tierra, seguidora de los ciclos estacionales y de
la vida, viene de la estirpe de vinicultores más antigua de Europa. “Mi familia
tiene 450 vendimias, y tenemos la vocación de seguir vendimiando muchos siglos
más”.
Para María del Mar Raventos los
años se cuentan por vendimias y cuando nos comentaba, sentados en el salón de
mediodía, en la "casa de l'hereu" de la familia Raventós, ubicada
dentro del conjunto de las bodegas Cordoniu, rodeados de los viñedos de la
propiedad en Sant Sadurni d'Anoia. Con este comentario se refería a que la
Familia Raventós-Codorniu se remonta a 1551, es decir, que este año se cumplen sus
primeros 450 años de dedicación al cultivo y elaboración de vinos. Sin lugar a
dudas, un linaje tan directo y sin interrupción de una familia, sólo está
cuantificado en muy pocas familias nobiliarias.
Precisamente, una semana antes de
nuestra entrevista, el 25 de mayo, SM el Rey D. Juan Carlos visitó las Cavas
Codorniu y fue objeto de una cena privada en la sensacional mole arquitectónica
del "Celler Gran" de Codorniu, en compañía de los amigos de la
familia Raventos, con motivo de este aniversario, del comienzo de la
actividad vinícola de la familia.
Un verano adelantado
Hablamos con María del
Mar, actual presidenta del Grupo Codorniu, el pasado 31 de mayo. Este día, y
por pura casualidad, los medios de comunicación lanzaron la noticia de que el
año 2000 se había producido la mejor cosecha de la historia, desde que la
Denominación del Cava lo registra con exquisito rigor. El 2000 ha sido
calificado como un año “Muy Excelente”. Hasta la fecha solo han habido dos años
“Excelente”, los correspondiente a 1979 y el de 1983.
Jovial, elegante, muy coloquial,
María del Mar nos deleita con una amable
charla, en una tarde de verano adelantado en la propiedad Codorniu, en la
altiplanicie del Penedés. Al norte tenemos la montaña mítica de Montserrat. La
canícula apretaba. “A mucha gente le molesta el calor, -nos dice María del
Mar-. No lo soporta. Estamos acostumbrados a vivir con aire acondicionado. Pero
a mí el calor me encanta, y aunque
parezca un poco pedante, y mucha gente no lo entenderá, lo disfruto, porque veo
que es necesario para la vida, y sobre todo para las vides. Cuando lo noto,
pienso, que las cepas y las uvas ya están creciendo y los campos se benefician
de él…”
Este sentido de aceptar la
naturaleza tal como viene, de respeto y de vivir en armonía con ella, lo tiene
presente en toda nuestra entrevista. “Siento un cariño especial a la naturaleza, a la tierra. Cuando más la
amas, mejor la entiendes. Esto hace que la
respetes al máximo, que sigas sus pautas, sus ciclos. La tierra es muy
agradecida, incluso cuando parece que no te da un beneficio inmediato. Pero te
sorprendes de lo mucho que ofrece, pidiendo muy poco. No sabes la alegría que
me produce cuando compruebo que de un terreno árido, que muchos ven como yermo y estéril, con el
tiempo sale una buena cosecha. Te emocionas, y no hay nada que pueda pagarte
esta alegría”.
Este espíritu de compenetración
con la naturaleza lo llevan muy arraigado toda la familia Raventos. Es una
forma de conducta familiar, que se proyecta, también, en un estilo empresarial.
El abuelo de María del Mar,
Manuel Raventós, fue quien con esfuerzo y amor a la tierra, supo erradicar una
de las plagas que más azotó y marcó negativamente la historia de la vid en
Europa: la filoxera. Esta plaga se extendió hasta a finales del siglo XIX. La
constancia de este hombre y sus
conocimientos científicos, posibilitó que esta maldición fuera superada en
Cataluña y España. Años más tarde, a inicios del siglo XX, y gracias a su espíritu emprendedor,
convirtió un desierto, en la pedanía leridana de Raimat, colindante con los
Monegros, en un vergel. Una zona árida,
seca y salina, donde las halla, ahora es una finca modélica de gestión
agrícola.
-¿La vid y el vino son la muestra
más palpable de este diálogo entre el hombre y la tierra?
Las últimas semanas, antes que llegara esta
ola de calor que estamos ahora respirando,
hemos vivido muy intensamente, con
preocupación y pasión, los avatares que han significado las granizadas
caídas sobre muchas de nuestras viñas, así como los fríos inesperados que hemos
tenido a principios de mayo. Para quien no vive directamente la tierra, no se
percata de estos fenómenos, y hablar de ello puede parecer una tontería, pero
para nosotros, para nuestra, familia, para los trabajadores, para los
agricultores, han sido unas semanas de sufrimiento, de pasión, de coraje, para
proteger lo que estaba brotando de la tierra. Hemos velado noches enteras,
mimando la tierra, para que no se helaran los sarmientos, las hojas recién
salidas, los brotes de las uvas, aún en flor. Hemos sufrido con la naturaleza,
estos momentos malos, pero disfrutaremos con ella cuando vengan sus momentos
esplendorosos.
- Esta pasión por la tierra va un
poco en contra de la tendencia actual de forzar a la naturaleza…
En Codorniu no tenemos este
objetivo de forzar a la naturaleza. Nuestra premisa es favorecer siempre las
pautas de los ritmos naturales. Con ello se consigue la calidad, que para
nosotros es una virtud por encima de la cantidad. La producción agrícola, si
está fuera de sus ciclos naturales, cae en la mediocridad. Y lo mismo ocurre
con la elaboración de los vinos. Hay que seguir unas pautas, que tienen su
tiempo y no se pueden acelerar.
Arquitectura y vinos de primera calidad
Desde siempre, la idea y el reto
de la calidad se ha tenido muy claro en esta casa. Manuel Raventós, cuando decidió construir sus
bodegas la confió a las manos del arquitecto Puig i Cadafalch, e hizo de las bodegas una obra maestra de la arquitectura universal. Manuel Raventos se empeñó, y mucho, en elaborar el mejor “vino champanoise”
posible en sus "cellers" y las bodegas las ubicó a pie de viñas, para
evitar oxidaciones y podredumbres a la hora de la vendimia y la incubación.
Esto iba en contra de la opinión de muchos, que pensaban (en aquella época del
progreso del vapor), de que las bodegas tenían que estar cerca de una estación
de ferrocarril, para facilitar, 'a posteriori', la distribución del vino y del
cava en los mercados.
El amor por la naturaleza ha
estado parejo con el buen gusto de la familia. A parte de poseer una de las
muestras de pintura modernista y de vanguardia, más variada, realizada por los mejores artistas del
momento, que crearon carteles publicitarios para la casa Codorniu, entre ellos
Ramon Casas, Utrillo, todas sus bodegas son unas verdaderas obras de arte. Son
auténticas catedrales en cuyas criptas se cobija el líquido sagrado de la cepa
y en sus naves se elabora el vino y manipulan las botellas. Si las Cavas
Codorniu fueron proyectadas y construidas por el arquitecto Puig i Cadafalch,
que realizó una joya arquitectónica, hoy
catalogada como monumento nacional, el resto de las bodegas del Grupo Codorniu,
que se ha construido en su más de siglo y medio de existencia han sido erigidas por los mejores arquitectos de cada época.
Esta tradición en apostar por la
modernidad y la vanguardia del momento hace que el patrimonio de Cordorniu, a
parte de sus vinos, sea también el de su arquitectura. Tras la impronta que
dejó Puig i Cadafalch a finales del XIX en el conjunto arquitectónico de Can
Codorniu, las otras bodegas del grupo han seguido esta filosofía y así la
primera bodega Raimat en Lleida, que data de 1918 fue diseñada por el
arquitecto modernistas Rubió i Bellver, discípulo de Gaudí, pionero en la
utilización del hormigón armado, y su ampliación, en el año 1988, corrió a cargo del arquitecto
Domingo Triay, que con un revolucionario concepto de respeto ecológico y de
integración impecable en el paisaje, ha creado una verdadera obra maestra del
siglo XX. Este mismo arquitecto fue quien proyectó, al año siguiente en 1989,
las bodegas Codorniu de Artesa, en el valle vinícola de Napa en San Francisco
de California (USA), en donde las construcciones realizadas buscan también la
armonía en aquel paisaje. Por otra parte, las bodegas Rondel, situadas en
Cervelló, construida en 1948 en la carretera de Barcelona a Valencia, es obra
de Jaime Artigas y está inspirada en las naves de las Atarazanas de Barcelona.
La ampliación llevada a cabo en esta bodega, en 1960, la ejecutó el arquitecto
Lluis Bonet Garí. El último gran proyecto
arquitectónico de Codorniu son las bodegas que se están construyendo en la
prestigiosa zona vinícola de Agrelo, Mendoza (Argentina), cuyo diseño
arquitectónico se inspira en la técnica de construcción inca de la “pirca”,
donde la estructura de la edificación se concibe con la apilación de la piedra
sobre la piedra. Sus muros y sus naves son de batolitos naturales, procedentes
de la cordillera de los Andes. El proyecto lo están ejecutando los arquitectos
argentinos Mariano Yansón y Eliana Bormida.
Tradición y vanguardismo
“Ser tradicionales no quiere
decir ser inmovilistas –nos deja claro María del Mar-. Me hace gracia cuando me
vienen al despacho de Barcelona y se sorprenden de lo vanguardista que es, y me
dicen, que “¡cómo es que tengo un despacho tan moderno, si vosotros sois
tradicionales!”… Y yo no me canso de repetir, que una cosa no excluye la otra.
El que nos sintamos bien con la tradición no quita que vivamos intensamente los
momentos presentes y que apostemos por ellos, teniendo siempre la mirada puesta
en el futuro. Si Cordorniu estuvo a finales del XIX con el Modernismo fue por
que era la vanguardia del momento, y si hoy trabajamos con los mejores
arquitectos, es porque creemos en la modernidad. Hoy nunca haríamos unas
bodegas siguiendo la estética de Puig i Cadafalch”.
-Pero la historia, en Codorniu,
pesa mucho, ¿supongo?
Por descontado. Tenemos una larga
historia, de la que no renegamos, e incluso la defendemos y nos enorgullece,
porque es verdad y somos hijos de ella. Pero miramos hacia delante, nunca hacia
atrás. Siempre tienes que estar renovando, ser creador, estar en movimiento,
dejar libertad de acción a la gente con la que trabajas, para que exprese lo
nuevo, lo que nos sugiera el momento presente y no encasillarnos con los
lastres del pasado. Sería absurdo ahora querer hacer unas bodegas como las que encargaba
mi abuelo… Copiar lo viejo, aunque en aquella época fuera muy moderno, es un
anacronismo. Sería, precisamente, ir contra el espíritu de modernidad y
renovación del que hizo gala mi abuelo, cuando contrató a Puig i Cadafalch.
Los otros mediterráneos
Abierto, luminoso, colorista, es
el campo del viñedo. Lo vemos desde la ventana que da a la gran plaza del
"Celler". La vid es la planta del mediterráneo por excelencia, como
el olivo.
-¿Se siente mediterránea?
El Mediterráneo es luz, color, alegría. Es una geografía de espacios
soleados, de gentes y culturas abiertas, pero te voy a contar un secreto, hay
otros mediterráneos en el mundo tan cautivadores o más que el nuestro. A parte
del que tenemos aquí, y del que formo parte por nacimiento y porque vivo en él,
hay otros. Me apasiona y me encanta el mediterráneo californiano. Allí paso
largas temporadas, en las bodegas del valle de Napa. California es un mundo
único que me atrae y entusiasma. Es un inmenso mediterráneo, que te sorprende
por lo generoso y atractivo que es.
-¿Que diferencia hay entre uno y
otro?
El nuestro, es el mediterráneo
clásico. Allí, en California, está el mediterráneo moderno. Si el nuestro está demasiado
marcado por el lastre histórico, aquel es un mediterráneo sin prejuicios y
puede que por ello más abierto y dadivoso. Pero también te diré que es
sensacional el mediterráneo sudafricano, el australiano, ¡y no digamos el del
cono suramericano!.
-¿Lo dice por los vinos que allí
se producen?
Los vinos son, evidentemente, el
fiel reflejo de lo que es una la tierra. Son el sabor de la tierra. Los vinos
que salen de allí nada tienen que envidiar a los que se hacen en Europa. Son
excelentes y además, mucho más baratos. En estos países no existe el prejuicio
que tenemos en Europa de encarecer y sobrevalorar determinados productos, por
cuestiones de marketing o modas.
-Allí, ¿el mercado es más
sincero?
Aquí, ahora, se están pagando vinos a
precios desorbitados, por puras modas, sin responder realmente a la calidad del
producto. En América, por ejemplo, los precios están más ajustados a la
realidad y la calidad nada tiene que
envidiar a los europeos. En Europa estamos viviendo un momento peligroso con el
vino… Si bien es verdad que hay vinos buenos a precios correctos, ahora estamos viviendo una tendencia de encarecer sin razón ciertos vinos
que realmente no son buenos. Esto me pone un poco crítica, ya que se está engañando a la gente con campañas de marketing y de
moda y poniendo unos precios desorbitados a ciertos vinos, que a la larga estropearan la cultura del vino e impedirá que la gente llegue a disfrutar del vino de una forma natural. Soy de la opinión de que hay que poner el precio del vino al
que realmente tiene por su calidad y no sobrevalorar cualquier vino, por el
simple hecho de ser de una zona determinada. Y en esto, los otros
“mediterráneos” van a decir mucho en un futuro.
-¿Los vinos de los mediterráneos
australes?
Tanto los del norte, caso
California, como los del sur…Sí, sí, allí los vinos son magníficos y opulentos,
tanto los que se hacen en Argentina, Australia en Nueva Zelanda y en Sudáfrica.
Son excelentes, son magníficos
- Veo que tiene una visión muy
cosmopolita del mediterraneismo…
En el mediterráneo europeo nos
miramos demasiado a menudo a nosotros mismos. Los griegos decían que Delfos era
el centro del mundo. Muchos aún piensan así. Creo que esto hay que relativizarlo. Somos parte del
mundo, pero no el centro.
- ¿Que le parece Barcelona como
ciudad?
Es una ciudad maravillosa, única,
con mar y montaña. Muy europea, limpia, moderna. Muy joven y dinámica. Agil, es
decir, te mueves fácilmente en ella, gracias a su urbanismo. Es una ciudad
discreta, ya que si quieres que la gente no te vea, pasas desapercibida y te
respetan. A veces lamento no estar más en ella, porque es magnífica. Cuando
paso una larga temporada fuera, por estar en alguna de las bodegas en pleno
campo, llegar a Barcelona es como volver a casa, después de unas largas
vacaciones.
-¿Pasa mucho tiempo viviendo en
los viñedos y en las bodegas?
Sí. Y sobre todo en Raimat. Por
esto, cuando he de abandonar Barcelona, me cuesta mucho.
-¿Tiene otras “barcelonas”, es
decir otras ciudades, en mente?
A mí me encanta San Francisco.
Debido los viñedos y las bodegas que tenemos en Napa. Allí paso mucho tiempo en la
zona de Sacramento y San Francisco. ¡Y es tan preciosa aquella tierra!. Soy una
entusiasta de California…
-Y también de Raimat, y de la
zona argentina a la falda de los Andes
Sí, me entusiasmo fácilmente con toda la
tierra en la que trabajo. Ahora, con las bodegas argentinas que estamos
construyendo en Mendoza, me esta pasando algo parecido que con California.
Estoy adorando las viñas de la zona de Agrelo, un enclave vinícola al oeste de Argentina, bajo los Andes, donde
estamos construyendo la séptima bodega Codorniu. Y con la tierra me pasa como
con las personas, cuando más la conoces, más cariño la tomas. Cuando encajas en
un sitio, empiezas a estimarlo.
Angel Joaniquet
Tres Visitas reales
La relación de la familia real
con la casa Codorniu se remonta ya a tres siglos. A parte de ser proveedores de
la Casa Real, desde 1897, cuando la reina María Cristina les nombra vinateros
del Palacio Real, con el privilegio de poder utilizar el escudo de armas de los
monarcas en su cava Non Plus Ultra, los productos Codorniu siempre han
engalanado las comidas reales, tanto privadas como oficiales, (bodas,
banquetes, ágapes y cenas con otros jefes de Estado). Codorniu elabora en la
actualidad una reserva especial y única para el Palacio de la Zarzuela.
Esta confianza de la familia real
se ha materializado en tres visitas personales de los reyes de España a las
bogedas Codorniu.
La primera fue el 17 de abril de
1904, cuando Alfonso XIII visitó las cavas y fue recibido por Manuel Raventós.
Aquel rey realizó una cata de los dos cavas Codorniu, el Extra y el Non Plus Ultra.
La segunda visita real fue con
ocasión al centenario de la erradicación de la filoxera en 1987, donde el rey
Juan Carlos junto con Doña Sofía visitaron las cavas Codorniu, siendo recibido
por el entonces presidente Magín Raventós.
La tercera ha sido el pasado mes
de mayo, con motivo de la celebración del 450 aniversario de Codorniu, como
empresa familiar elaboradora de vinos. Asistió SM El Rey, la reina, la infanta
Cristina, amigos de la familia Raventós y las tripulaciones de los veleros Cordorniu
y Azur de Puig que fueron recibidos en cena privada por María del Mar Raventós,
presidenta del Grupo Codorniu y Jordi Raventós, director general del grupo. En
esta visita el rey firmó la botella conmemorativa del 450 aniversario, una
pieza única creada en 1984 por el fabricante de vidrio italiano Ormelvetro, que
es la botella más grande del mundo.