Jean-Pierre Guillemot en su piso-estudio de la Gran Vía de Barcelona (foto: Man Costas.) |
[Entrevista
publicada en la revista ‘L’ArtPordà’,
de junio 1989]
“NUESTRA PROFESIÓN ES
TAN RESPETABLE COMO LA DE UN DENTISTA Y, SEGURAMENTE, HACEMOS MENOS DAÑO”
Jean-Pierre Guillemot no es un marchante de arte
cualquiera. Siempre subraya sus diferencias y ciertamente tiene razón. Le gusta
correr riesgos. Más de una vez lo hemos encontrado recorriendo la ciudad
montado en su Mobylette, colándose
entre los vehículos. Fuma tres paquetes de cigarrillos al día, lo cual
perjudica seriamente su salud. Pero no hace caso de las advertencias. Me dice
que hay muchas cosas que le apasionan y me entretiene explicándome como
practica la pesca al arco, un deporte que realiza con asiduidad y con muy buenos
resultados, me dice. Me describe los increíbles y desconocidos paisajes de los
embalses de Catalunya, los cuales explora los fines de semana. Me habla de águilas,
alimoches, buitres, linces, nutrias… y tambien de las mujeres, especie por la
que siente una inclinación especial, del amor y de las emociones.
Sin
embargo su despacho está invadido de cuadros, muebles creados por artistas,
esculturas, cerámicas. Poca naturaleza. Muy urbano. Un entorno perfectamente
adecuado para quien vive del arte. Realmente Guillemot es raro, simpático y
sobre todo es distinto a lo que uno puede imaginarse sobre alguien que
desempeña este oficio.
-¿A quién se parece un
pintor, o mejor, cómo reconoces a un artista por el que se pueda apostar?
Pues si me presentan a un señor de piel
negra, con gafas oscuras, el aliento evocando a bourbon y las aletas nasales
blancas, pensaré ‘a priori’ en un saxofonista de un grupo de jazz, y lo más
probable será que me equivoque. Bromas aparte, un artista famoso de hoy no
tiene nada que ver con el aspecto que le atribuye la imaginería popular. Sería,
más bien, una persona educada, brillante en sociedad, que viste a la moda o con
elegancia, conocedor de vinos y que viaja mucho. Hace años los padres querían
que sus hijos fueran ingenieros, profesores, médicos. Ahora les dicen: “hombre, ¿y por qué no te pones a pintar,
así tendrás un buen coche y un bonito piso”.
-¿Tan bien se ganan la
vida los artistas?
Pintar es un oficio. Pero también
hace falta que quien practica este oficio tenga algo que decir, y además
decirlo bien, en un lenguaje personal y novedoso. Si es así, puedes ganarte
bien la vida. Pero no todos los artistas lo hacen igual. Existen los buenos, lo
mediocres y los malos. Lo que sí creo es que hoy día, un artista con talento se
puede hacer pronto un sitio en la profesión, lo que no implica, en absoluto,
que se haga millonario, pero pueden vivir bien. Pocos son los elegidos, y menos,
aún, los que pasarán a la posteridad. A pesar de la euforia momentánea.
-Pero cuando se habla de
euforia en el mercado del arte, es porque ahora las galerías venden…
Tras un largo periodo de
estancamiento, no me parece indigno que sus esfuerzos pasados se vean ahora
recompensados. Tampoco me parece negativo que de repente, surja una clientela
nueva e inhabitual que diversifica sus inversiones y decide dedicar parte de su
capital a la adquisición de obras de arte. Hace algunos años vender un cuadro
era todo un éxito. Las galerías se mantenían a flote, cuando no se hundían, de
puro milagro. Entonces, ¿por qué se le reprocha ahora el hecho de atravesar un
mejor momento? Me alegro por ellas, de que les vayan bien y de que los
coleccionistas que compraron pinturas en aquel momento negro, simplemente porque
se emocionaban ante un cuadro o por que les apasionaba la obra de un artista,
sean ahora premiados, habiendo hecho excelentes negocios, casi por casualidad.
-Últimamente se asocia
siempre el arte al dinero… Los comentarios acerca de una pintura se refiera más
a lo que vale, o a lo que cuesta, a por cuánto se puede revender una cuadro o
una escultura o a cuánto se puede ganar con esta operación, más que por el
valor en sí de la obra. ¿Es esto el mundo del arte?
Se habla del comercio del arte con
el mismo vocabulario con el que se trata un negocio sucio como la prostitución,
el juego, el tráfico de drogas…, ¡que sé yo!. Nuestra profesión es tan
respetable como la de un dentista, y seguramente nosotros hacemos menos daño.
Asistimos a un fenómeno de culpabilización, o por lo menos, de reproche implícito,
a quien hace fructificar su capital con
el arte y no se opina, curiosamente, lo mismo de las personas que especulan con
la Bolsa, lo metales, o los terrenos. De hecho, no existe la misma movilidad de
material en el mercado del arte como en otros sistemas de inversión. Sacar obra
fuera de un país, es difícil. Las obras no cambian tan fácilmente de manos. Es
muy natural que las personas que adquieran una obra de arte, la tengan en su
casa por muchos años… Quieren ser especuladores y acaban siendo coleccionistas.
La compra de un cuadro se asocia más a la idea de placer que la compra de un lignote
de oro. Considero, por otra parte, que el coleccionista es útil a la sociedad. El
coleccionista reúne obras, impidiendo que estas salgan al extranjero, obras que
almacena y que luego, un día, pasarán al
Estado, como patrimonio público.
-Este interés por el
arte no puede ser pasajero…
No, no lo creo. Al contrario, estoy
convencido de que irá creciendo y que también irán creciendo las colas que se
forman a la entrada de los museos, ayer desiertos. Es un hecho cultural
irreversible. Creo que el deseo de poseer una obra única, irrepetible, con su
correspondiente fetichismo, que trasmite emociones indefinidas e importantes,
será cada vez más agudo. Por supuesto que existen otras prioridades, pero
cuando ya se tiene un piso, coche, biblioteca, video, equipo de música ¿qué te
puede hacer más ilusión que tener una buena pintura?. El entusiasmo por el arte
contemporáneo no es una moda, pero sí lo es, quizás, parecer ser un entendido
en comercio del arte. Las informaciones proporcionadas por los medios de
comunicación dan una imagen parcial en este sentido: se citan cifras
astronómicas obtenidas por algunos cuadros en subastas que marean y dan vértigo
a la gente. Ahora ni siquiera se habla de adjudicaciones en miles, sino en
millones [de dólares], y esto por
supuesto, hace pensar que coleccionar no está al alcance del ciudadano medio. Y
no es cierto. No hace mucho he vendido obras originales de Mariscal por muy poco dinero.
-¿En
Supermerc’art, el supermercado del arte?
Sí. Pero no sólo de Mariscal, sino también de Riera i Aragó, Tom Carr, Gerard Sala, Perico Pastor, Viaplana, etc, etc. Con Supermerc’art muchas personas se han
formado una muy buena colección, sin arruinarse.
Angel Joaniquet
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