Rafael Marsans junto al 'Synera', velero con el que ha rodado por el Atlántico |
[Entrevista
publicada en el boletín del Club Nàutic d’Arenys de Mar, núm. 65, septiembre
1995]
NAVEGANDO POR EL ATLÁNTICO
NAVEGANDO POR EL ATLÁNTICO
Aventurero
nato, Rafael Marsans, patrón del ‘Synera’, acaba de cubrir una de las
rutas soñadas por todo navegante. Seguir el camino de los alisios y volver al Mediterráneo.
Es uno de nuestros consocios que ya tienen en su palmarés el haber atravesado
el Atlántico. Un día tendremos que hacer un cuadro de honor de todos nuestros
consocios que ha cruzado el Gran Océano. A ‘Rafa’, las aventuras le vienen de
muy joven. En el año 1962 atravesó África de Norte a Sur en una moto Montesa, una Impala. Realizó más de 30.000 km en tres meses. Una prueba de
resistencia y pericia, única, tanto para la moto como para el piloto. Fue la hoy
olvidada ‘Operación Impala’, que puso
en mercado esta formidable moto de la factoría de Esplugas, gracias a este proyecto aventurero de unos jóvenes motoristas.
Pero años antes, en 1959, ‘Rafa’ tuvo su primera experiencia con la navegación.
Fue a bordo de una menorquina, que una vez salida del puerto de Barcelona,
decidió, sin avisar a nadie, irse a las isla de Mallorca. Ha sido un pionero en
la regata la Ruta de la Sal y en el año 1985 le dieron el título de ‘mejor
navegante del Mediterráneo’ por haberlo navegado desde Arenys de Mar, Túnez, Sicilia
y el Egeo. El año pasado, decidió cruzar el otro charco, el Atlántico. En diciembre
de 1994 partió. Por Navidad estaba en Madeira. El Año Nuevo lo pasó en Tenerife.
Para Reyes estaba en Islas Cabo Verde. Y el 29 de enero de este año alcanzó las
Barbados.
-Nos dices que navegar
por los alisios es relativamente fácil ¿Te lo crees o es que haces marketing
para que hagamos esta navegación?
No.
Es verdad. Navegar con los alisios no es complicado. Eso sí, has de tener el
barco muy preparado. No puedes tener un barco ‘flojo’. Allí el viento es duro.
Franco, constante, pero fuerte,… Es fácil navegar con ellos y es el sueño de
todo navegante. Pero siendo el mejor viento del mundo, puede que asuste a
muchos que nunca hayan navegado a vela con una fuerza 7.
-Muchos de nosotros ya
no salimos con un viento de fuerza 5, que lo consideramos ya como viento fuerte…
Sí. Pero es una cuestión de amarinarse.
Cuando llegas a la zona de los alisios, se supone que has navegado días, en
incluso semanas. Llevas una rutina a bordo. Estás amarinado. Entonces, no hay
viento que te pare. Y además lo coges de popa.
-Claro, pero, aparte del
amarinamiento ¿qué cosa es imprescindible para navegar por los alisios?
Tener unos buenos timones.
-¿Timones?
Sí,
los timones han de ser resistentes. Es esencial. El esfuerzo que realizan es
brutal. Toda la navegación se hace a fuerza de timón. Si te fallan, te fallará
todo en los alisios.
-Dices, que hacer el alisio es sencillo, y remarcas, que
lo difícil es volver a casa, en tu caso el Mediterráneo…
Es lo complicado. Por dos razones.
Cuando llegas a las Antillas, aquello te retiene. Es un paraíso. A pesar de que
estamos a finales del siglo XX, allí se vive en otra época, que te atrapa. El
ambiente, las innumerables islas, todas distintas, la gente que encuentras, los
bohemios del mar que por allí pululan, que viven en sus embarcaciones. Todo
esto hace que te sientas atraído y no deseas volver. Estas ‘enganchado’. Pero
llega un día que tienes que retornar. Y lo haces. A pesar tuyo. Y esta decisión,
a veces es traumática. Por ello muchos deciden quedarse allí.
-Y cuando decides
volver, entonces ¿viene lo duro?
Volver a Itaca siempre cuesta. Ya
sabes lo que le pasó a Ulises. Dejar aquellos parajes es durísimo, y más duro
es lo que te avecina. Solo puedes volver a Europa de nuevo, siguiendo la ruta
de la Corriente del Golfo. Y aquí te encontrarás con un océano Atlántico que
nada tiene que ver con el plácido Atlántico del trópico, el de los alisios, el
de los vientos del sureste. Te enfrentas, ahora, con el océano que recibe la
influencia meteorológica boreal. Ya no navegas con vientos largos y de popa,
sino que te encuentras con rumbos de ceñida, te enfrentas de nuevo con las
calmas, las tormentas eléctricas. Las borrascas descienden del Norte y el barco
se resiste ante la dureza de esta nueva situación. Empiezan a venir los
verdaderos problemas. Entonces, ¡alcanzar las Azores se convierte en un deseo
onírico… a veces en una auténtica pesadilla!
-¿Cansancio, ensoñación?
Más que cansancio, dureza. Mira. La
travesía por la zona de los alisios, desde Cabo Verde hasta el Caribe, duró 11
días y todos ellos sin ningún tipo de problema, con velocidades promedio de más
de 7.5 nudos y con singladuras de hasta 195 millas, siempre con vientos a
favor. Para remontar el Atlántico, hacia el Noreste, tardamos 20 días, entre la
isla caribeña de St. Martin y las Azores. Y en las Azores estábamos solo a
mitad del camino.
-¡Vaya con el Atlántico
Norte! ¿Cómo fue esta ‘etapa’?
De lo más variada, movida y divertida,
con rotura de cadenote, que nos obligó durante días, hasta que lo reparamos, a
no cambiar de rumbo, amurados en la misma escora. Pasamos por tormentas
eléctricas, vientos durísimos de proa. Todo un rosario de diversión y entretenimiento.
Durante seis días estuvimos ciñiendo a rabiar. Una navegación de lo más
cansada. No nos acordábamos de lo que era ir con el cuerpo erguido y ‘adrizado’.
Quedamos torcidos. Después vinieron cinco días de calma. Fueron terribles. No
sabíamos que era peor, si la loca ceñida de días anteriores o esta encalmada.
Después tuvimos algo de suerte y topamos con vientos de aleta, que nos impulsaron
bien, pero eran muy borrascosos y húmedos, con tormenta eléctrica. Recalar en
las Azores era nuestra obsesión. Y el 4 de junio lo pudimos hacer. Una vez
llegados, nos falló el motor, y tuvimos que entrar a vela…
-… medio trayecto ya
estaba hecho…
A pesar de que estábamos aún en medio
del Atlántico. Pero las Azores es como llegar a casa. Son deliciosas. Allí
encontramos a muchos amigos. Entre ellos a Julio
Villar, el español que dio la primera vuelta al mundo en solitario a bordo
del supermistral ‘Petrel’, a Xurxo Gómez, a Rafael del Castillo que lleva la emisora ‘Rueda de Navegantes’ y
que se encontraba aquellos días navegando por las Azores…
-Reparados, tanto
cuerpos, motores y sentimientos, pusisteis rumbo al Mediterráneo ¿Cómo entrasteis
en él?
Mal. Con niebla, una niebla
cerradísima. Y después nos vino un fuerte levante, y cuando doblamos doblamos
cabo de Gata, nos llegaron nortes. Nos trató muy mal el Mediterráneo. Y como
guindilla, nos encontramos de nuevo con la olvidada ola corta. ¡Terrible!.
-O sea, que la vuelta
fue una decepción
Si, al principio sí. Es muy distinto nuestro
mar al océano, pero después te das cuenta de aquí aprendimos a navegar, y que
formas parte de él y decides que no lo cambias por nada en el mundo…
Y
me continuó con un largo y exagerado ‘etc’, dando las razones de las benevolencias
de nuestro mar. Tras oírlo no supe si interpretar lo que me decía como un deseo por su parte de quedar bien
conmigo, o era un pensamiento sincero. Lo cierto es que ‘Rafa’ está de nuevo con
nosotros, en su estimado mar, en Arenys de Mar, en el mar que le hizo
navegante, y de eso hará ya muchos años…
Angel Joaniquet