EL 'VIAJE A PIE' COMO ESTÍMULO DEL CONOCIMIENTO
[Entrevista publicada en selectaBarcelona, verano 2002]
Josep Maria Espinàs hace amigos al andar. Lo entrevisto
cuando le anuncian que le han concedido el Premi d’Honor de les Lletres
Catalanes. Nos ha recibido muy amablemente y la entrevista ha estado
continuamente interrumpida por las continuas llamadas telefónicas,
felicitándole por el galardón. Y a pesar de su continuo ir y venir al teléfono,
en todo momento nos atiende con suma afectividad. No cambió en nada nuestro programa.
Ni su talante se alteró en lo más mínimo. Eso sí, le felicitamos, sinceramente,
y a pesar de su carácter humilde y poco
dado a maximizar sus virtudes, reconoció que sí, que estaba muy contento de ser
uno de los escritores catalanes reconocidos con esta distinción, que también la
han recibido escritores muy admirados
por él com,o Miquel Batllori o Joan Corominas. Y es que un premio siempre es valorado por la
calidad de sus premiados.
Josep María Espinàs es el escritor de lo cotidiano.
Columnista diario desde hace más de treinta años, sus reflexiones sobre el
quehacer de las personas en el entorno en que le ha tocado vivir, son una
crónica vital de la Cataluña del último tercio del siglo XX y sus libros de viajes, son un testimonio sociogeográfico de una España
escondida y autentica, vista por un catalán.
Con 75 años, Josep María Espinàs, es un personaje vitalista,
jovial y lleno de entusiasmos. En su haber, a parte de los artículos que
publica en la prensa escrita, tiene un balance de 75 libros, lo que hace un
promedio de un libro por año. Y de estos 75 libros, 15 son de ‘viajes
peatonales’.
“Yo no escribo libros de viajes, escribo libros de caminante,
de viajes a pie. Esta peculiaridad condiciona el resultado creativo y literario
del libro” – nos comenta.
Precisamente éste era el motivo de nuestra charla: hablar de
sus libros de viajes a pie, de la experiencia literaria que supone escribirlos
y conocer su estilo, en este tipo de literatura. Un estilo directo, donde lo
humano y lo cotidiano se eleva a la categoría de arte. Un maestro, sin duda, de
la prosa catalana.
No quiere que se le identifique como el Camilo José Cela
catalán, ya que según Espinàs “son dos maneras distintas de enfocar el viaje”.
Fue compañero de ¨Cela en el viaje que el escritor gallego realizó en el Pirineo de Lleida, y señala que
Camilo: “en realidad solo hizo un viaje y medio a pie. En cambio yo he hecho 15
libros de viajes y todos a pie, porque para mí, el hecho de ir caminando forma parte
de la metodología del libro que escribo, como es la manera de percibir el
paisaje, los tiempos que transcurren, las sensaciones del cansancio”.
-Hoy son muchos quienes descubren lo que significa viajar a
pie. ¿Es un snobismo, propio de una sociedad postindustrial esta actitud? ¿Una
necesidad biológica del urbanita que vive encerrado entre cuatro paredes? O ¿es
un talante casi deportivo de turismo?
Mis viajes
a pie son una experiencia literaria. Son una forma más que tengo para poder transmitir
literariamente unas sensaciones.
-Nada que ver, entonces, con una necesidad de salir respirar
aire puro, como buen urbanita que es?
No. Los viajes
a pie que hago no tienen nada que ver con los que hace ahora mucha gente. Yo
nunca he sido un excursionista. No viajo para hacer kilómetros por el mero
hecho de andar o hacer ejercicio físico. No. Yo viajo a pie para poderme
aproximar de una forma más directa con el paisaje, a las gentes, para después hacer
literatura.
-Sus viajes son literatura, no deporte
Exacto. Soy escritor, no un
deportista. Eso sí. Aquí en Barcelona
camino mucho, cuando voy de una punta a la otra de la ciudad suelo ir a
pie. No cojo ni el bus, ni el metro, ni el taxi. Voy a pie. A mis 75 años
todavía puedo hacer 30 km seguidos y subir a pie de 400 a 1000 metros sin
parar. Y eso que no llevo una vida excesivamente sana, porque aún fumo en pipa
y mientras subo montañas, fumo sin parar. Además, como poca fruta, y menos
verduras. En cambio consumo mucho chocolate, dulces, comidas grasas y contundentes.
O sea, que soy el mejor ejemplo de lo que no se debe hacer. Y menos un
deportista.
-¡Escritor turista?
No. Nunca voy como un turista. Y mis libros de viajes no reflejan
paseos turísticos. Busco precisamente lugares desconocidos, fuera de las rutas turísticas
comerciales. Y no solo huyo del turismo industrial, el de tour operator, o el de las agencias de viajes, sino también del
turismo rural. Voy a lugares recónditos, a pueblos que pocos conocen e intento
que allá donde voy, el único forastero sea yo. Son sitios que solo los
lugareños saben y que a veces ignoran incluso los habitantes de ciudades
cercanas a estos entornos.
-¿Es un escritor sociológico?
Me interesa mucho
el contacto con la gente. Con gente no adulterada por el fenómeno turístico y
que no tiene que tratar con turistas ni visitantes esporádicos de fin de semana
o vacaciones estivales. Me gusta descubrir lugares remotos, escondidos.
-Geografía o gente ¿Que prefiere?
A pesar de que el paisaje para mí es
muy importante y forma parte del valor de estas zonas olvidadas que visito, lo
importante es descubrir y describir el paisanaje. La gente es lo que importa,
con el atractivo añadido de estar inmerso en un paisaje único.
-¿Cómo viaja?
Mi método
de viaje es simple y sencillo: una vez elegida la zona, me pongo a caminar.
-¿Sin más?
Sí. No quiero
que un programa adultere esta experiencia y me haga caer en prejuicios ya
creados. Salgo sin buscar nada, pero encuentro mucho. Cuando inicio un viaje,
salgo siempre a primera hora de la mañana y me dirijo directamente al pueblo más
cercano. Mis etapas son de pueblo a pueblo. En zonas, como en Galicia, estas
etapas son muy cortas, mientras que en otras zonas, como el páramo de Castilla
o Andalucía, las etapas son más largas.
-¿No es muy reiterativo viajar siempre así?
En cada
viaje las sensaciones que se crean son distintas. No hay un día igual, ni una
ruta repetida…, aunque recorriera la misma el día siguiente.
- Es como un sumergirse al vacío…
Viajar a
pie es la manera menos traumática, y menos intrusiva de entrar en un pueblo y
conocer a sus gentes. Es la forma más natural de introducirse en una comunidad
y la gente te suele aceptar sin ningún reparo. En cambio, si llegas en coche, -
y más si es de noche- siempre serás un
forastero, un turista, un capitalino. Aquí en Cataluña lo definimos muy bien: ‘un
barceloní’. Si llegas a pie te haces vecino del pueblo, te integras en él de una
forma natural. Entras en su mundo fácilmente. Conversas con uno, con otro y te
conocen a medida que hablas con ellos.
Entonces se abren a tí. Por curiosidad, por comprensión, por pena o por lo que sea, pero se establece una relación humana verdadera, que es imposible realizarla si
llegas con un automóvil. Esto es lo que quiero transmitir mis libros de viajes
a pie.
-¡No lleva ningún libro de ruta, un simple mapa, una cámara
fotográfica?
El ir a pie
te obliga a vivir como ellos. Entras en una casa de comidas, en una fonda de
habitaciones, tomas notas, explicas tu experiencia, se hacen amigos tuyos. Pero
si ven un artilugio mecánico, un grabadora, una simple máquina de fotografiar,
les cohíbes y no te tratarán como a un igual. Lo único que llevo es un mapa,
para situarme en el espacio geográfico. Y a partir de aquí, improviso.
-¿Cómo en una jazz sesión, que tanto le gustan?
La
improvisación es una condición indispensable en este tipo de viajes. Las cosas
saltan a tí, cuando caminas. Entonces es cuestión de cogerlas. En lo que no
improviso es a la hora de marcar las distancias: voy a pueblos a los que puedo llegar en una jornada, para poder
dormir bajo techo.
-¿Ha dormido alguna vez bajo las estrellas?
En mis
primeros viajes, años tras, sí. Pero ahora intento tener un conocimiento previo
de los sitios en donde podré hospedarme mínimamente para descansar, porque no
soy un excursionista, cómo te he dicho, no voy con un saco de dormir, ni con un
mochila.
-¡A pelo!
Sí. No
llevo equipaje.
-¿Cuál fue su primer viaje?
Mi primer viaje fue acompañando a Camilo José Cela por el Pirineo de Lérida.
-Sus primeros libros se centraban en Cataluña, pero ahora
está descubriendo paisajes nuevos
Sí, primero fue Cataluña, País Valenciano, y
después descubrí Castilla, el País Vasco, Galicia. El último recorrido que he realizado
(aún no escrito porque acabo de llegar de él) es un viaje Andalucía. He estado en una zona muy recóndita,
la sierra Magina, en Jaén, ignorada incluso por muchos jienenses.
-¿Qué es Magina?
Es una
montaña que, a pesar de ser un parque natural, no está en ninguna guía turística.
Es un lugar aislado, mágico. La gente va a la sierra de Cazorla, a Úbeda, pero
no allí.
¿Qué ha encontrado?
Es una zona con mucho carácter,
en la que encuentras personajes magníficos que yo, como escritor, puedo
retratar, reproducir conversaciones, explicar cómo viven…
-Sin grabadora, ni máquina de fotografiar
Sí, todo lo
retengo en la memoria. Un viaje es una inmersión en el paisaje, tan absoluta,
que es un pecado distraerte con artilugios que te apartan del verdadero
cometido del viaje. Buscar un punto de vista para hacer un fotografía supone
romper el encanto del camino y de la caminata.
-Solo camina, mira y escucha...
Quiero que
la libertad sea absoluta. Los aparatos limitan la capacidad de acción. Cuando
llego a un pueblo, paseo por él, me lo miro. Si hiciera fotos rompería la tarea
literaria.
-¿Y lo dice usted?, ¡que ha sido fotógrafo!
Como fotógrafo
he hecho muchas fotos para editorial Destino y sé que no puedes combinar la
faceta de fotógrafo con la de escritor. Son dos mundos distintos, casi incompatibles. Cuando hago fotografías me
enfrento al paisaje de una forma diferente. Intento buscar el ángulo más
fotogénico, la luz más adecuada, el fondo más idóneo. Por eso no quiero entrar
en esta dinámica, por otra parte muy fascinante, cuando viajo a pie.
-¿Cuántas horas camina?
Cuatro. A veces
seis. Depende de la geografía y la distancia ente pueblos. En ocasiones he
tenido que hacer hasta treinta kilómetros para llegar a un pueblo. Pero esto es
excepcional y lo hago si no hay más remedio. Yo no camino para hacer kilómetros,
sino para llegar a otro pueblo. No tengo prisa.
-¿Qué zonas le han cautivado más?
Todas. A
pie, cualquier viaje es apasionante. Rompes con tu visión de hombre de ciudad,
con la rutinaria forma de vida que llevas y descubres cosas que no te imaginabas.
Pero si tuviera que quedarme con un viaje, puede que eligiera Galicia. La Galicia
oculta y descubrir sus sensaciones, la Galicia desconocida, la Galicia rural de
Santa Mariña, llena de pueblecitos. Es una vivencia única. La gente es muy agradable
y conserva una forma de vida auténtica. Galicia tiene una capacidad de
seducción especial para un caminante. Encontrarse, por ejemplo, con una pastora
en un prado, acompañada de vacas y hablar con ella sobre su vida, la historia
de su familia, es realmente enriquecedor.
-¿Cuándo dejó de viajar por Cataluña?
Deje de hacer literatura de viajes por Cataluña porque hay
demasiadas zonas turísticas industrializadas y la pequeña dosis de aventura que
tienen los viajes a pie, se ha perdido. Además me conocen demasiado y creo que
el encanto de viajar a pie es que nadie te reconozca, que te traten como la
persona que eres y no la figura que representas. En Cataluña voy a un pueblo y
el concejal de Cultura anuncia que el ’Espinàs está aquí’ y te invitan a comer a
tal sitio, a que conozcas aquella magnífica ermita… Yo no busco esto. Lo que yo quiero es ser
libre, descubrir los lugares por mí mismo, sin ningún tipo de interferencia
externa.
-Pero usted es un urbanita convencido
Sí, soy una
persona de cultura urbana, muy barcelonés. Me gustan mucho las ciudades y cuando
hago turismo convencional las visito. Como turista. Con máquina de fotografiar.
Hay gente de ciudad que va al campo, a buscar la naturaleza, tranquilidad, porque dicen que la ciudad les estresa. A mí en cambio Barcelona
nunca me ha estresado. Me gusta su actividad. Pero como escritor, los viajes a
pie me ofrecen unos estímulos, unas sorpresas, que luego aprovecho para
escribir.
-¿Qué tipo de estímulos?
Ver la enorme
diversidad de gentes. Siempre nos relacionamos con la gente que tenemos en nuestro
entorno, la que ya conocemos, la que nos cae más simpática o la que necesitamos
para trabajar. Gente que ya sabemos cómo actúa y actuamos ante ellas, sin darnos
muchas sorpresas. Pero en estos viajes vas a lugares que no conoces, y no
conoces a nadie y te encuentras con gente que no te esperas y tienes que
convivir con ella. Esto es muy estimulante. Son personas a las que no necesitas, ni ellos te necesitan a tí. Por ello la relación
que se establece es de pura sinceridad. Tienes el privilegio de estar junto a
ellos y competir durante unas horas una vida, que no es tuya.
-¿El exotismo está en lo desconocido?
Lo exótico
es lo que no conocemos. Y puede que está a la vuelta de lo esquina. Hay
personas que creen que realizar un viaje exótico es ir a las Seychelles o a
Thailandia y no se dan cuenta que allí, donde llevan al turista, ya no queda nada de lo exótico que tenía
para un occidental estos lugares. Ir a ciertos lugares, a veces, es ir a un hotel estandarizado de una cadena hotelera internacional, todos similares, recorrer los monumentos y calles predeterminados por las guías turísticas, ver casi las mismas gentes que ves en tu ciudad. Todos son turistas como tú y llevan el
mismo programa. Mira, se vive un contraste más fuerte viajando por la Galicia escondida,
que yendo a lugares que están literariamente muy descritos y la gente está muy
contaminada por tanta información.
-Usted camina por zonas concretas, no hace largas
peregrinaciones…
No ,yo no hago
caminos de Santiago, por ejemplo. Esto no entra en mi filosofía del viaje a pie.
Aquello, más que un viaje a pie, es una manifestación de otro tipo. Cada día salen
más de 600 personas de un pueblo para hacer un serie de kilómetros, todos disfrazados,
algunos con vestimentas de vivos colores, que parecen van en manifestación o a
un festival de música. Mis viajes no son esto, son una experiencia más personal, íntima
y casi solitaria, de tipo literario.
-¿Un viaje místico?
¡No, por favor! Mis viajes nada
tienen que ver con el misticismo, ni tampoco son viajes de terapia psicológica. Son
simple y llanamente, un placer personal, una experiencia literaria, que me
permite descubrir nuevas cosas. Y después, transcribirlas.